EMOCIÓN

Se necesitan 24 horas para reposar tanta emoción después de asistir al retorno a los ruedos de José Tomás. La tentación de dejarse llevar por las imágenes de una chicuelinas ajustadas, aquellos dos naturales al primero de su lote o las manoletinas del final de su segundo pueden  alterar la realidad del acontecimiento que vivimos 19000 personas en la Monumental de Barcelona el domingo 17 de junio del 2007.  ¿Cuál es la realidad?, se preguntarán algunos. Está claro que ha regresado con ganas, con la misma compostura que le llevó a ser considerado el nuevo mito del toreo y que eclipsó a grandes como Enrique Ponce o Joselito.

Eso quedó patente en todo su quehacer sobre la arena. Quietud, muñeca prodigiosa en cada pase, conocedor de sus y los terrenos del toro. Incluso se inventó un toro a fuerza de naturales uno a uno, cuando el astado estaba ya más que apagado. Para culminar su ejecutoria con unas manoletinas de ensueño. Todo eso no puede ocultar que no consiguió matar con la soltura de aquel 2000 excelso. Un bajonazo al que se hizo merecedor el propio toro, que se negó a fijar para morir. Una estocada a recibir, deprisa y sin cumplir la liturgia fueron dos borrones en una caligrafia que estuvo rayando la perfección.

Con todo esto, con peros y señales, lo más importante fue que José Tomás volvió a emocionar a miles de entusiastas de este noble arte que es el “toreo”. Un “olé” sale del alma y allí se salieron muchos olés contenidos durante siete años. Ojalá que esta vuelta signifique un reencuentro con la verdad del toro y el torero. Algunos, los que saben, contarán como son las tardes de José Tomás. Permitanme que yo sólo les hable de la emoción que es capaz de transmitir a quienes queremos seguir emocionándonos en cada natural o cuando llega el desmayo a su muleta.

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