RUTA  1
Duración: 1 día
Lugar de Origen: Barcelona (Catalunya España)
Lugar de Destino: Beget  (Ripollés-Girona-Catalunya-España)
Mas o menos unas dos horas de viaje.
Por la carretera N-152 se llega a Ripoll, pasando por Vic, Les Masies de Voltregà, Sant Quirze de Basora y Montesquiu.
Una vez en la capital de la comarca del Ripollés (si es sábado) vale la pena un recorrido por el mercadillo semanal. Embutidos y quesos autóctonos merecen nuestra atención.
Allí encontramos la basílica de Santa María de Ripoll, que duda cabe una de las muestras más importantes del románico en Catalunya. La ciudad se construyó en torno al Monasterio erigido por Guifré el Pilós en el año 879 o el 880.
Conserva actualmente la iglesia remodelada y consagrada por el abad Oliba en el año 1032.  Consta de un cuerpo de cinco naves con un  amplio transepto en el que se abren seis ábsides. La portada data de la mitad del siglo XII. Es uno de los más importante trabajos de escultura románica que se conservan. Un arco triunfal con escenas bíblicas, un Pantocrator y representaciones de animales fantásticos y de los vicios capitales. Destaca en el conjunto, el claustro construido entre 1170 y y 1200. A pesar de que algunas partes de esta obra se acabaron en siglos posteriores guardan una gran homogeneidad.
El monasterio contiene las tumbas de algunos de los condes de Catalunya, como Guifré el Pilós (897) y Ramón Berenguer IV (1162).

Santa María de Ripoll

Posterior

Claustro

Portada

 
A la salida de Ripoll tomaremos la C-151 con destino a Camprodón. A mitad de recorrido encontraremos Sant Joan de les Abadesses. Es el momento de hacer el segundo alto en el camino para visitar el Monasterio de Sant Joan de las Abadesses.
 

Ábside del Monasterio de Sant Joan de les Abadesses.

 

Detalle del ábside

 

Residencia del Abad del Monasterio de Sant Joan de les Abadesses

 

 
Construido por iniciativa de Guifré el Pilós  y su esposa Guinedilda como patrimonio para su hija Emma. Acabado  y consagrado como monasterio en el 887, tuvo diferentes vicisitudes a lo largo de la historia, la primera destacable es que la comunidad de monjas que lo inauguró fue expulsada en el año 1017. Allí se instaló una comunidad de clérigos, que también sería desalojada posteriormente en el año 1083, aunque recuperaron su titularidad seis años más tarde. Aunque de nuevo serían expulsados hasta que en el 1114 se instalan definitivamente la comunidad de monjes agustinianos que lo habitaron hasta el año 1581. En el 1592 fue designada colegiata y desde el año 1851 es la parroquia de Sant Joan de les Abadesses.
Del monasterio original no queda nada, ya que ha sufrido muchas reformas, aunque la iglesia que podemos visitar hoy data del año 1150. Del claustro románico quedan tres arcadas y tres capiteles. El resto del claustro se construyó en el siglo XV. La construcción es de una nave central y una cabecera con un ábside y tres absidiolas de gran tamaño.  Curiosamente el estilo arquitectónico proviene de la arquitectura francesa de los siglos XI y XII. No muy frecuente en Catalunya, podemos observar una construcción semejante en Santa María de Poblet.
 
En su interior se conserva un grupo escultórico, conocido como Santísimo Misterio, data del siglo XIII. La pieza la encargó Dulcet, vecino del pueblo y la realizó (cuenta la leyenda) un trabajador del Monasterio, Tarascó. El trabajo es muy refinado, aunque se observan diferencias entre las figuras. El Cristo es la que mereció más atención del autor. La obra representa el desprendimiento de Jesús de la cruz para ser enterrado en la cueva de José de Arimatea.
También en Sant Joan merece la pena visitar la iglesia de Sant Joan i Sant Pol, al lado del puente viejo.
Seguimos camino hasta llegar a Camprodón, aquí volveremos a detenernos y haremos un tercer alto en el camino para visitar la ciudad y admirar las diferentes construcciones, como el Puente Nuevo sobre el río Ter que consta de un arco de doble base, unido a una torre de defensa.
Pero lo que realmente merece la atención de quienes admiren las edificaciones románicas que todavía se conservan visitarán Sant Pere de Camprodón, cuyo origen se encuentra en el año 904, aunque la actual iglesia, lo único que se conserva del Monasterio, se consagró en el 1168.
La nave tiene planta de cruz latina, con los ábsides cerrados. Esta forma la  acerca a la orden del Cister, ya que destaca su parecido con Santes Creus i el monasterio de Vallbona de les Monges. Hay que destacar su campanario. Alzado sobre el cimborio octogonal, tiene dos pisos, separados por una cornisa.
 

Sant Pere de Camprodón

 

Iglesia de Santa María de Camprodón

 

 
A su lado está la Iglesia de Santa María, de una sola nave con ábside en la cabecera.
 
Siguiendo la C-151 camino de Molló, a unos 3 kilómetros después de Camprodón sale un camino rural a la derecha en dirección a Beget. La carretera es muy estrecha, aunque de buen firme. Curva a curva, siguiendo un paisaje donde se nos muestra toda la vegetación del Pirineos, nos adentraremos en un valle quebrado por las montañas y según la estación se muestran todos los colores de la naturaleza. El otoño es espectacular. Durante todo el camino los marrones, se funden con los ocres y tapan al verde, Pero en ocasiones destaca algún amarillo chillón que sorprende a la vista y que engrandece todavía más el espectáculo de la naturaleza viva, que tiende a la muerte del invierno.
Antes de nuestro destino final, llegamos a Rocabruna, allí está la iglesia dedicada a Sant Feliu. El primer documento que habla de ella data del año 999.

Fachada de Sant Feliu de Rocabruna

 
 
 
Abside de Sant Feliu de Rocabruna

 
Es un edificio de nave rectangular cubierta con vuelta de cañón y coronada por un ábside semicircular. La puerta de entrada está formada por dos arcos en degradación y una arquivolta semicircular. Aunque hay que destacar el hierro forjado de los dos batientes de la puerta. El campanario, al que se accede por el exterior data del siglo XII.
Desde Rocabruna la carretera se empina y comienza un descenso hasta Beget. Es un camino donde hay que poner el máximo de atención al conducir, ya que la estrechez de la carretera (solo cabe un coche) y las curvas sin visibilidad son la tónica general. Una verdadera lástima para el conductor, ya que se pierde un paisaje excepcional en otoño.
Así llegamos a Beget, final de recorrido artístico. Lo primero que aparece ante nuestra vista tras la última curva es la inmensidad de su iglesia consagrada a Sant Cristòfol (San Cristóbal). El primer documento que se conoce de esta iglesia es del 979. Pero el edificio actual data del siglo XII. Su belleza hizo que fuera declarado monumento nacional en 1931.
 

Vista general de Sant Cristófol de Beget

 


Campanario y ábside de Sant Cristófol de Beget

Sant Cristófol de Beget

 

Talla románica denominada la Majestat de Beget.

 

Beget

 

Beget

 

 
El templo de grandes dimensiones, con una sola nave, coronada por una cabecera formada por un presbítero, un ábside semicircular y dos capillas laterales de planta rectangular. Junto a una de estas capillas laterales está el campanario. Proviene de dos estilos de construcción diferentes, una típica del siglo XI que es la parte inferior de la torre y otra del siglo XII que se corresponde con los pisos superiores. Este campanario tiene semejanza con los de la Vall de Bohí. Su construcción planta y cuatro pisos le da una majestuosidad al conjunto. Hay que destacar la diferencia de las ventanas según los pisos, lo que le otorga un plus de singularidad.
 
En el exterior del edificio destaca una ventana de doble arco en el muro norte. La ventana del ábside resalta especialmente por las dos columnas que parecen sostener el arco principal. La puerta de entrada es de una belleza espectacular, formada por columnas y arquivuelta una de ellas rizada. Los capiteles de las columnas contienen elementos decorativos, tanto animales como de vegetales. Toda una suma de bellezas.
El interior de San Cristòfol de Beget completa la monumentalidad del conjunto, ya que esta iglesia se encuentra una pila bautismal del siglo XII y en el altar mayor nos encontramos con una de las joyas del románico catalán: La majestat de Beget, una talla de madera de grandes dimensiones que conserva mucha de la policromía original. A pesar de que se encuentra en esta iglesia, la leyenda la atribuye al cenobio de Bestracà, actualmente derruido. Destaca la verticalidad y rigidez de la creación. Las formas del rostro y de los pelos de cabeza y barba ha hecho pensar que la talla podría haber sido restaurada en épocas posteriores a su origen.
 
Si el conjunto eclesiástico destaca por su belleza, no le sigue atrás el entorno, no solo el paisajístico, sino las casas que forman este núcleo.
Todas mantienen lazos con el tipo de construcción, de siglos pasados, quizás no del siglo XII como la iglesia, pero si de antes del XIX. Típicamente rural y de montaña, con los elementos que se utilizaban entonces: piedra, fundamentalmente y madera de los bosques que rodean Beget. Los nuevos pobladores están, por decreto, obligados a construir con los mismos elementos y siguiendo el estilo que impera en el pueblo.
Todo esto contribuye a realzar la belleza natural del paisaje y a crear un ambiente de épocas que solo conocemos por los libros de historia. Si añadimos el que las calles sean empedradas y no pasen coches, tendremos ante nosotros un lugar paradisíaco, donde la tranquilidad es la moneda de cambio y el estrés una enfermedad desconocida que solo traen los extraños que llegamos los fines de semana a romper el placer de una vida sosegada.
 
De regreso a la cultura urbana, pero mucho antes de llegar, debemos pasar por Rocabruna y es buen lugar para hacer una parada y degustar los productos típicos de la zona. Allí está Can Po, la última casa del pueblo a la izquierda según se va a Camprodón. Restaurante que conserva la decoración de casa antigua, con todos sus elementos restaurados y que a voluntad de los propietarios y de sus hijos y de algunos familiares más se ha decorado también con enseres de otros lugares, especialmente de los viajes de alguien a Latinoamérica y África. No está mal el contraste.  De este lugar hay que destacar la bodega, bien servida en vinos del Priorato, destacan Clos Martinet y Les Terrasses. Ribera del Duero o Vinos de Castilla León, como Emilio Moro o Yllera, tanto en reserva del 94, como crianza del 97. Riojas destacables, como Ardanza del 94 y otros. Algún Penedés y buenos Somontanos, todo esto en tintos. De blancos, los clásicos de Torres, aquí la variedad es mínima. Buena la carta de cavas. El vino de la casa es un Vallformosa.
Si la bodega es buena, el restaurante ya tiene mucho ganado, y llegamos a la comida. Los primeros son una mezcla de clásicos: Escudella (demasiada pastilla de avecrem) con entrantes de mucha categoría: Micuit de foie. Jamón Ibérico. Pero yo destacaría su contribución a la cocina moderna, basada en la elaboración de diferentes ensaladas donde se combinan sabores extraños como la granada (producto del tiempo) con la lombarda o la cebolla y todo ello con una buena vinagreta.
Los segundos, son en esta casa, los platos fuertes (y abundantes diría yo), aquí también se combinan sabores clásicos, con diferentes guarniciones y yo diría que hasta originales presentaciones. La caza (es la época) destaca especialmente: Una perdiz guisada con llanegas , de muy buen ver y mejor sabor. Plato a destacar.  También un cabrito a la piedra, muy bien elaborado, con una guarnición de patata casi guisada. Plato extraordinario por su punto de cocción.
En la carta el civet de jabalí, un entrecot de jabalí y lo que se quiera de ternera y cordero. Tenía una muy buena pinta el rabo de buey guisado.
Deja que desear, no obstante, el servicio, de muy poca profesionalidad, no resuelve situaciones poco comprometidas que causan ciertas molestias a la clientela. Tampoco goza de buena salud el aparcamiento; escaso para el personal que se da cita.
Extraordinario también la relación calidad precio. Por unas 3750 a 4000 pesetas puedes comer muy bien, con un vino de calidad. Ya saben, Beget y Can Po, una buena receta para un sábado o un domingo de Románico.
En Can Po es necesario reservar con antelación: Teléfono 972741045

 
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